Stewart Home: «Hay una historia mucho más interesante que contar sobre los sesenta que la que puedes encontrar en las memorias de sus figuras más prominentes».

Exskinhead. Expunk. Antiliterato. Antiartista. Escritor pulp. Escritor de vanguardia. Plagiarista. Provocador. Experto en subculturas. Pornógrafo impenitente. Archienemigo de Salman Rushdie. Esas son sólo algunas de las cosas que se suelen decir de Stewart Home. 

Él, por su parte, parece encantado de burlar una y otra vez nuestros ingenuos intentos de encasillarle. Igual que puede montar una performance en la Tate Modern, es perfectamente capaz de crear y distribuir Necrocards, unas tarjetas que permiten a quienes las llevan donar su cuerpo para la experimentación sexual tras su muerte (ha tenido amabilidad de mandarnos una). 

Sus novelas son siempre distintas e inteligentes, a ratos irritantes, a ratos divertidas. Conmovedoras de una manera imprevisible. Gracias a él hemos descubierto a autores sin los que ahora no podríamos vivir, como Ann Quin o Terry Taylor. Escritores de probado criterio como Ian Sinclair y Javier Calvo lo adoran, y los críticos más avispados suelen compararlo con tótems del macarrismo literario como Kathy Acker. 

En España hemos recibido su obra con retraso y de forma fragmentaria (Virus Editorial publicó su imprescindible El asalto a la cultura, y en 2012 Alpha Decay sacó la que hasta ahora era su única novela traducida al castellano, Memphis Underground). 

Por lo que me han contado, parece que la prensa literaria inglesa te tiene un poco de miedo. ¿Cuál fue su reacción a la publicación de Tainted Love?

El primer libro que cambió la percepción que la crítica tenía de mí fue 69 Things to Do with a Dead Princess (2002), mi séptima novela. Hasta ese momento los críticos literarios me veían como un provocador, pero después de publicar ese libro comenzaron a alabarme por haber subvertido las formas literarias. Hay que tener en cuenta que Tainted Love (2005), es uno de los dos únicos libros que he publicado a través de un agente, razón por la que terminó en el catálogo de una multinacional. No creo que la gente esperara encontrarme en una editorial como esa ni que escribiera una novela basada en la vida de mi madre. Tengo los recortes de prensa en alguna parte, tendría que mirarlos, aunque recuerdo que la reacción de la prensa fue positiva. 

Pero yo también pienso que muchos críticos literarios todavía me tienen miedo. También parecen desconcertados por mi amistad con otros escritores. No entienden lo que yo puedo tener en común con, digamos, Lynne Tillman o Chloe Aridjis.

Me imagino que a muchos les confundió que hicieras una novela protagonizada por tu madre, Julia-Callan Thompson, aunque no es exactamente una biografía ¿Cuánto hay de verdad y de ficción en el libro?

La mayor parte de lo que cuento en el libro es verdad. El elemento ficticio proviene de que utilizo el punto de vista de mi madre para contar la historia, aunque la protagonista se llama Jilly en lugar de Julie. 

Hace unos veinte años me puse a investigar a fondo sobre la vida de mi madre. Contacté con todos los que la habían conocido y estaban dispuestos a hablar. Lo más difícil fue conseguir que la gente entrara en detalles sobre su faceta de trabajadora sexual, aunque era obvio que había existido. Como en toda historia, me encontré con diferentes versiones de los mismos episodios. En algunos casos me pareció que ellos o sus parejas también habían sido trabajadores sexuales, pero nunca quise rebatir sus historias inverosímiles. A menudo tuve que hacer juicios críticos sobre lo que era y no era cierto, aunque eso no me resultó demasiado difícil, ya que algunas fuentes eran claramente más confiables que otras. También contaba con el diario de mi madre, su libreta de direcciones y algunos papeles que me ayudaron con la investigación

La novela retrata las subculturas londinenses de los sesenta de una forma diferente a la habitual, menos «sacralizada». ¿Crees que a posteriori se ha pecado de considerar a esas subculturas como compartimentos estancos cuando la realidad era más bien la contraria?

Creo que el problema es que a la gente le suele gustar aquello que puede reconocer y por eso prefiere las historias que le resultan familiares. Pero si examinas las evidencias históricas, las cosas suelen ser muy diferentes de los cuentos de hadas que se cuentan una y otra vez. Esto es lo que pasa con la cultura de las drogas, por ejemplo. Cuando estaba investigando la vida de mi madre, supe que Terry Taylor había sido la inspiración para el personaje principal de Absolute Beginners, de Colin MacInnes. Dado que Terry había escrito un libro llamado Baron’s Court, All Change, pensé que debería leerlo y me sorprendió mucho descubrir un clásico olvidado sobre los orígenes de la cultura mod. Ahora bien, lo que dice la leyenda es que los elegantes mods consumían anfetaminas y que los beatnkis le daban a la marihuana. Pues en Baron’s Court sucede exactamente lo contrario. Como Terry Taylor conocía ambas subculturas de primera mano, es lógico pensar que hace una descripción precisa, aunque ficticia, de las mismas. 

También puedes investigar otras subculturas y descubrir que las historias que se suelen contar sobre ellas no son ciertas. Un ejemplo es la idea de que la cultura skinhead comenzó en el este de Londres en 1969. Cualquiera que se interese en mirar fotos de la banda mod/skinhead del oeste de Londres, Neat Change, puede ver que un par de miembros de este grupo eran skinheads antes de su disolución en 1968. Su cantante, Jimmy Edwards, me contó que ya eran skinheads en 1966. 

Así que la historia de estas subculturas está totalmente mitificada y la mayoría de la gente no comprende gran cosa sobre su evolución real. Lo cierto es que estaban más estrechamente relacionadas entre sí de lo que muchos de los involucrados en ellas quieren admitir. Una de las razones por las que mi libro se titula Tainted Love es porque cuando iba al colegio tenía un amigo cuyo hermano mayor solía llegar de trabajar cuando yo estaba en su casa. Llegaba de su trabajo en la fábrica, ponía un disco y se tomaba una taza de té antes de irse a pasear con su moto o lo que fuera. El disco que más solía poner era Tainted Love. Aquel chico había sido adoptado, así que siempre he asociado esa canción con niños que han sido separados de sus madres. A lo que voy es que una de las rarezas del hermano de mi amigo era que también estaba obsesionado con Greenslade, una banda de rock progresivo. Así que gracias a él, además de con el northern soul, también me familiaricé con algunas de las bandas de rock progresivo más oscuras.

«Aquel que piense que puede entender el Londres de los sesenta estudiando las vidas de Mary Quant, Twiggy, Bailey and The Shrimp y Terence Stamp se está engañando a sí mismo», dices en el libro[mfn] En resumen: El escritor (y yonki egregio) Alexander Trocchi y la madre de Stewart Home visitan a John Lennon con la intención de sacarle unos cuartos y terminan dándole heroína para bajarle el puestazo de LSD con el que este los recibe. La visita termina con Jilly masturbando al de Liverpool, en una escena que merecería una entrada en un hipotético Libro Guinness de los Delirios. Brian Jones es retratado como un desgraciado con una afición enfermiza por pegar a las mujeres, algo que parece que hacía con más frencuencia de la que los apologetas de los Rolling Stones reconocen. Si estas dos anécdotas no les despiertan los deseos de leer la novela, no sé qué demonios hacen con este fanzine en sus manos.

La historia de la gente de a pie siempre es más interesante que la de los llamados «grandes» hombres (generalmente son hombres, aunque en esa frase menciono de manera intencionada a algunas de las mujeres más conocidas del Swinging London). Hay una historia mucho más interesante que contar sobre los sesenta que la que puedes encontrar en las memorias de sus figuras más prominentes y en los libros de los que están obsesionados con ellas. Por eso quería contar la historia de mi madre, pero utilizando la ficción, ya que la biografía y la autobiografía no son más que variantes de la ficción. 

Aunque también aparecen no pocos famosos, muchos de ellos en situaciones embarazosas, pienso sobre todo en los cameos de John Lennon y Brian Jones. ¿No tuviste miedo de tener problemas legales[mfn] En resumen: El escritor (y yonki egregio) Alexander Trocchi y la madre de Stewart Home visitan a John Lennon con la intención de sacarle unos cuartos y terminan dándole heroína para bajarle el puestazo de LSD con el que este los recibe. La visita termina con Jilly masturbando al de Liverpool, en una escena que merecería una entrada en un hipotético Libro Guinness de los Delirios. Brian Jones es retratado como un desgraciado con una afición enfermiza por pegar a las mujeres, algo que parece que hacía con más frencuencia de la que los apologetas de los Rolling Stones reconocen. Si estas dos anécdotas no les despiertan los deseos de leer la novela, no sé qué demonios hacen con este fanzine en sus manos?

Tengo la libreta de direcciones de mi madre y John Lennon está en ella junto con muchos otros músicos pop e iconos culturales. Un editor rechazó el libro porque no le gustó el material sobre Lennon, que hasta donde puedo decir es bastante real. De hecho, yo pensaba que todos sabían que Lennon era un verdadero imbécil.

Si comparas Tainted Love con el documental de los Rolling Stones de Robert Frank, Cocksucker Blues, verás que la película refleja lo mismo que cuento en el libro, quitando las groupies, que en realidad eran yonkis y trabajadoras sexuales. Los managers las contrataban porque ellas no esperaban un trato especial y pasaban drogas bajo manga. Eso no quiere decir que el artista en cuestión realmente estuviera al tanto, ya que a él no le tocaba pagar.

Otro cliente que no metí porque seguía vivo era Sean Connery. Mi madre escribió que el actor la contrató cuando trabajaba como camarera en Churchills, irónicamente situado en Bond Street en 1964. 

Había otras dos figuras de la escena pop de los sesenta que quise incluir en el libro, pero no lo hice porque todavía están vivos y son lo suficientemente ricos como para demandarme. Así que lo que hice fue utilizar a Brian Jones como sustituto de estas dos figuras, aunque en el libro se comporta como era él en realidad. Por cosas como esta, veo la ficción como una ruta mucho más directa y honesta de llegar a la verdad que la biografía y la autobiografía, en las que no se podría utilizar a Brian Jones para sustituir a aquellos que todavía están vivos y protegidos por su riqueza.

El marco temporal llega hasta finales de los setenta, con la contracultura ya totalmente amortizada como fenómeno de masas. ¿Fue una revolución fallida o solo un efecto secundario del nacimiento de la sociedad de consumo tardocapitalista?

Había elementos revolucionarios en la contracultura, pero no puede decirse que fuera revolucionaria en todos los campos, era una mezcla heterogénea. Al fin y al cabo, bajo el capitalismo todos reproducimos las condiciones de nuestra propia alienación. Aun así, creo que fue algo más que un subproducto del consumismo del capitalismo tardío, aunque algo de eso hubo. También existe el peligro de fetichizar los años sesenta y pasar por alto a las flappers y el frenesí por la cocaína de los años veinte o a los zoot boys de los cuarenta.

Una constante de la novela es el uso y abuso de drogas, que para esa generación fue algo más que un escape hedonista. Es probable que el consumo de sustancias ilegales se encuentre hoy más extendido que nunca, pero ya desligado de esos valores contraculturales/psicodélicos. ¿Qué opinas sobre las drogas y su relación con la contracultura?

Las drogas fueron cruciales para la contracultura. Junto con el trabajo sexual, suponían su principal fuente de financiación, pero por supuesto eran mucho más que eso. Tanto los hippies como los beatniks tenían un interés profundo y real en expandir su conciencia. Esto es algo que se echa en falta en las reflexiones de los círculos revolucionarios más tradicionales: la comprensión de que el comunismo maduro no trata solo del retorno de las formas antieconómicas de las sociedades comunistas primitivas, sino también de la recuperación de los modos de conciencia de esas sociedades, caracterizados por el chamanismo.

Estoy de acuerdo en que el consumo de drogas está más extendido hoy en día y en que está separado del deseo psicodélico de expandir la conciencia. Mi novela más reciente, She’s My Witch, aborda eso de manera indirecta, ya que la protagonista, María, está interesada en las drogas y en el ocultismo, pero para ella son actividades separadas de una manera que no lo eran para mi madre en los sesenta. A pesar de que mi madre viene del sur de Gales y María de un pueblo de Valencia, ambas terminan en Londres y mueren prematuramente por una sobredosis de heroína. El estilo de los libros es distinto, pero temáticamente están muy relacionados, con la diferencia crucial de que en la primera el interés por las drogas y los estados expandidos de conciencia están vinculados de una manera que no se da en la novela más reciente.

Paradójicamente, el consumo de drogas fue utilizado por el poder para justificar la represión y el abuso. Las partes más duras de la novela son aquellas en las que aparece algún policía. 

Fue muy duro saber a través de los amigos de mi madre lo mucho que la policía abusó de ella. Aunque tampoco creo que ese nivel de abuso sorprenda a nadie que se las haya tenido que ver con la policía londinense. Curiosamente, a finales de septiembre de 2020, uno de los más notorios policías corruptos de esa época, Norman Pilcher, puso su nombre en un libro titulado Policías corruptos: La historia del hombre que arrestó a John Lennon, George Harrison y Brian Jones. No me he molestado en leerlo porque, aunque habla de la corrupción que había a su alrededor, ahora afirma que él no tenía nada que ver con ella, lo que es una mentira descarada. 

Hace casi 20 años pedí hablar con un expolicía que había presentado un informe obscenamente falso sobre mi madre. Se negó a hablar conmigo, pero espero haber hecho sentir incómodo a ese viejo matón. Habría hecho lo mismo con los demás si hubiera podido encontrarlos. Supongo que ahora están casi todos muertos.

Han pasado ya quince años desde la publicación de Tainted Love. ¿Crees que los sesenta tienen todavía algo que decirnos?

Todas las épocas tienen algo que enseñarnos y los sesenta también. Como dijo Marx: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos».

 

 
Foto 1: Chris Dorley Brown
Foto 2: Eoghan Barra
Ir arriba