Teddy Boys: Los primeros rebeldes sin causa

«Los jóvenes siempre han tenido el mismo problema: cómo rebelarse y conformarse al mismo tiempo. Ahora, han solucionado este problema renegando de sus padres y copiándose unos a otros».

Quentin Crisp, The Naked Civil Servant

Era 1955 y en Europa las consecuencias de la segunda guerra mundial aún estaban por cicatrizar. Muchos de los barrios obreros de Londres permanecían devastados. Sus calles, todavía en ruinas, recordaban el horror vivido durante la batalla de Inglaterra, bajo el ruido de las sirenas antiaéreas y los bombarderos alemanes. Mientras bloques enteros de apartamentos eran destruidos y las familias de clase más baja se veían reubicadas sin su consentimiento, el centro de la ciudad se sometía a un rápido proceso de modernización. El incremento de las tasas de natalidad junto a la proliferación de clubes de jazz y cafés en los barrios más modernos convirtieron a Londres en el nuevo centro cultural de la juventud.

Fue precisamente este escenario de contrastes —cines y modernas salas de baile frente a calles en ruinas y edificios abandonados— el que acogió el nacimiento de la primera subcultura británica con una identidad de grupo claramente diferenciada. Entre los escombros, jóvenes dandys proletarios, vestidos a la moda de principios del siglo XX y peinados como las estrellas americanas del rock & roll, comenzaron a reclamar su derecho a distinguirse de sus predecesores y del resto de jóvenes aún influenciados por la imagen sobria y restrictiva de los años de postguerra. Aunque ya habían existido otros grupos juveniles, como «los Scuttlers» de Manchester y Liverpool o «los Spivs», los «Teddy Boys» fueron el primer grupo de jóvenes en diferenciarse como adolescentes, respetando unos patrones comunes en apariencia y conducta.

«Los Teddy Boys abrieron nuevos caminos. Habían establecido un mercado de adolescentes. Habían introducido una moda que era totalmente proletaria en sus orígenes. Y habían hecho aceptable que los hombres se vistieran exclusivamente para el espectáculo».

                        Barnes, Richard (1979) Mods!

En los años 50, la austeridad de la posguerra comienza a diluirse, y las familias obreras vieron incrementarse ligeramente sus ingresos. Por primera vez los ahorros alcanzaban para algo más que la mera supervivencia familiar. Los adolescentes, acostumbrados a una vestimenta determinada por la funcionalidad — la rotación entre el «traje de trabajo» durante la semana y el «traje de los domingos» para las ocasiones especiales — se vieron en la posibilidad de dedicar por primera vez parte de su dinero al ocio y a su imagen. Así, los nietos de los soldados de la Gran Guerra, los hijos de una clase obrera laborista —que había combatido en las trincheras contra el eje—, nacen entre medidas de austeridad, ruinas y alimentos racionalizados y llegan a su juventud justo cuando el capitalismo norteamericano comienza a invadir el continente. Ante el conformismo de las generaciones anteriores, estos jóvenes deciden protestar contra el rol históricamente asociado a su estrato social.  Influenciados por los sastres de Saville Row — que ya en 1940 habían tratado de revivir entre las clases sociales más altas el estilo de la época de Eduardo VII— los jóvenes comenzaron a reutilizar los trajes de segunda mano desechados por la burguesía, fusionándolos con elementos de otros grupos juveniles anteriores — como los zapatos estilo creepers, los cuales habían tenido su origen en el ejército británico durante la II Guerra Mundial, y los peinados «greaser» de los ídolos del cine y el rock norteamericano—. Había nacido la primera subcultura londinense y proletaria de la posguerra: los «Teddy Boys», la base sobre la que se cimentarían las culturas mod, punk, rocker y el resto de movimientos juveniles que les sucederían.

La cultura de los Teds se entiende como una crítica tanto a sus padres, chapados a los antiguos convencionalismos, como a las clases sociales dominantes, de las que se sienten excluidos. Para ello, los Teds llevaron a cabo una «declaración pública y dramatúrgica de su diferencia»[1] , que causó la alarma en la prensa del momento. Los Teddy Boys fueron tachados de violentos, sociópatas e incluso criminales, protagonistas de titulares fatalistas sobre «la juventud salvaje» y la «amenaza adolescente».

Navajas, música de baile y trajes a la «eduardiana».

El asesinato de un joven en Clapham Common a manos de una banda de Teds conocidos como los «muchachos del arado» (Plough Boys, en inglés) en julio de 1953 fue portada en todos los periódicos del país. Como consecuencia, se extendió el terror entre la población hacia estos nuevos grupos de adolescentes vestidos a la «eduardiana» y con un gusto insano por las navajas y ladrillos como complementos a su vestuario. El titular de The Daily Mirror «Flick knives, dance music and Edwardian suits» (Navajas, música de baile y trajes «eduardianos») convenció rápidamente a la opinión pública de la violencia asociada a todos los jóvenes Teds. En las salas de baile aparecieron carteles que prohibían la entrada a cualquiera con «ropa eduardiana o calzado con suela de goma». 

Aunque el movimiento de los «Teddy Boys» trataba principalmente de crear un sentimiento de comunidad alrededor del rock and roll, la ropa y la cerveza (lejos de la imagen criminal extendida por la prensa), es innegable que el gusto por la violencia fue parte indiscutible de muchas bandas de Teds.  La película Blackboard Jungle fue prohibida en todas las salas del país tras las numerosas revueltas que se organizaron en los cines, cuando se prohibió a los jóvenes bailar durante la proyección al ritmo de la banda sonora —el famoso Rock Around The Clock de Bill Haley— y estos la emprendieron a cuchilladas contra los sillones. Las participaciones en movimientos racistas como las revueltas de Notting Hill —en la que numerosos grupos de Teds llevaron a cabo violentos ataques contra los inmigrantes indios durante las noches del 29 de agosto al 5 septiembre de 1958— y las peleas entre bandas en Birmingham, Glasgow, Liverpool y Manchester sirvieron de argumentos para la incendiaria prensa británica. Para una sociedad que hasta el momento desconocía el término adolescente, en la que los niños pasaban directamente a ser jóvenes adultos siguiendo los pasos marcados por sus padres; la aparición de bandas de teenagers vestidos de forma estrambótica y repartiendo palos a los escuadrones del Servicio Nacional, e incluso a los batallones de soldados americanos con sede en el Reino Unido, supuso un cambio inesperado ante el que la población adulta no supo cómo responder.  Como consecuencia del incremento de las tasas de criminalidad entre los jóvenes —las infracciones cometidas por los menores de 21 años aumentaron desde 24.000 en 1955 a 45.000 en 1959[2]— las palabras «adolescente» y «delincuente juvenil» eran comúnmente consideradas como sinónimos, dando lugar a una oleada de pánico moral.

Las olvidadas «Teddy Girls»

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En paralelo a los Teds, surgen sus homólogas, las «Teddy Girls», mantenidas en el anonimato hasta la publicación en 2005 de unas fotografías tomadas cincuenta años antes por Ken Russell. Las «Teddy Girls», también llamadas «Judies», no lograron la repercusión en la prensa que tuvieron sus compañeros. Los periódicos de la época, interesados en el sensacionalismo y la violencia, dirigieron su atención hacia los grupos más conflictivos de esta subcultura relevando la importancia de las Teddys a su ocasional colaboración en las revueltas de sus compañeros. 

Estas chicas de las clases bajas fueron las primeras en reivindicar la disolución de las diferencias entre géneros que vemos más tardes en subculturas como el movimiento Mod. Al igual que sus homólogos masculinos, las «Teddy Girls» buscaban destacar, proyectar una imagen que las diferenciara del resto.  Trajes con el cuello de terciopelo, broches de camafeos victorianos y paraguas de plexiglás eran parte de su vestimenta habitual junto con los pantalones vaqueros arremangados y los zapatos planos. Un estilo de herencia inglesa pero claramente influenciado por las modas estadounidenses. Fueron defensoras de la relajación de las restricciones sexuales de la época, luchando por la aceptación de las relaciones prematrimoniales y la exaltación de la sensualidad. Lejos del prototipo de damisela tan estimado en la época, la actitud de las Judies era claramente masculina. Muchas llevaban navajas como protección en caso de que «alguno de los compañeros se arrimara demasiado» y, aunque la mayoría trataban de alejarse de la imagen violenta de los Teds, no fueron pocas las que participaron en las revueltas y peleas junto a sus compañeros.

Más allá del vestuario, las «Teddy Girls» reclamaron su derecho a la independencia absoluta. No eran las «novias» de los Teds, eran chicas económicamente independientes de sus padres, que organizaron sus propias bandas y determinaron su propio estilo e ideales. Lucharon por su derecho a interesarse, al igual que sus compañeros, únicamente en la música, la ropa y el pasarlo bien. Reivindicaron su derecho a emanciparse y demostraron su capacidad de actuar exactamente igual que sus homólogos. Aunque su paso por la historia haya sido silencioso, las «Teddy Girls» tuvieron una importancia enorme en el desarrollo de la figura femenina en movimientos posteriores.

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Los primeros adolescentes

«Muchachos que visten a la moda eduardina ocupan la actualidad londinense. Se les llama “teddy-boys” y padecen la consecuencia de un complejo de inferioridad social».

Imperio (Diario de Zamora de La Falange Española),  28 de septiembre de 1955

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Los «Teddy Boys» fueron considerados el movimiento nihilista de unos rebeldes sin causa, únicamente interesados en el ocio y la imagen personal. El intento de burla de unos jóvenes con «complejo de inferioridad social». Sin embargo, este nihilismo y gusto por las juergas y los palos es la base del establecimiento de los adolescentes como un grupo social diferenciado de los adultos y de los niños. «En un acto de auto-empoderamiento, los Teds (y todas las subculturas juveniles de clases trabajadoras después de ellos) se comprometieron a convertir en alguien a aquellos a los que la sociedad consideraba nadies».[3] Por primera vez los niños, en su paso hacia la edad adulta, reivindican su derecho a renegar de sus padres, su derecho a divertirse, a llamar la atención y a definirse como individuo diferenciado en una sociedad empeñada en mantener unas normas heredadas generacionalmente.

Frente a la sensación de claustrofobia de estos jóvenes ante la idea de continuar estáticos en la posición social determinada por las generaciones anteriores, se entiende la incomprensión de sus padres ante esta rebelión sin causa aparente, y su temor frente a sus poco ortodoxos métodos de reivindicación. Los Teds representan el nacimiento del mercado adolescente, el principio de la difuminación de las diferencias entre géneros y la base del resto de las contraculturas británicas que surgieron durante la postguerra. Navajas, rock and roll y «trajes Ted» para llamar la atención de un mundo hasta entonces sordo hacia ellos.

«Nuestra vestimenta es nuestra respuesta a un mundo sordo».

Teddy Boyd en el Mecca Dance Hall, Tottenham (1954)

A Question of Honour ©2006 TopFoto/Ken Russell Photo by Ken Russell, January 1955 From a series: «The last of the Teddy Girls» 16 year old Eileen from Bethnal Green, with two teddy boys «duelling» over her on an East End bombsite.

[1] M. Brake, Comparative Youth Culture: The sociology of Youth Culture and Youth Subcultures in America, Britain and Canada, Londres, 1990, Routledge (3ª Ed.), p. 191 ; citado por R.J. Cross, op. cit. ,p. 217.

[2] Lewis, Peter (1978) The Fifties pag 118. Londres: Heinemann

[3] J. Cross, Robert (2009) “The Teddy Boy as Scapegoat”, en Men’s Fashion Reader Fairchild Books, pp.264-291

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