El soul, hijo bastardo del góspel y el rhythm and blues, es la música de la redención y la carne. Del espíritu y del sexo. De la infidelidad y el amor. Carnal e incorpórea. Es una música que nace del dolor para sanarte. La música de un pueblo perdido que se busca a sí mismo a través de la cultura pop. Una tradición sincrética que cristaliza en piezas de orfebrería hechas a destajo en un estudio. Es la riqueza de la contradicción. La pureza de la impureza.
Recuerdo un concierto de Spiritualized en Gijón. Era el año 2009 y presentaban el infravalorado Songs in A&E. El grupo se presentó con su formación habitual en la época, acompañado de dos coristas que parecían sacadas de un conjunto de góspel. Comenzó a llover. Quedamos unas quince o veinte personas. Borrachos, bajo la lluvia de verano, sentimos como nuestras contradicciones más íntimas, todas nuestras traiciones y miserias, se evaporaban durante unos instantes gracias a esa mezcla personalísima de soul, góspel, psicodelia y distorsión.
Desde ese instante tuvieron mi amor eterno.
Por lo que sabemos, Jason Pierce, líder de Spiritualized, ha tenido una vida complicada. A veces la prensa lo vende como el típico rock star torturado. Siempre al borde del apocalipsis, a punto de estrellarse, salvado en el último momento gracias a un disco genial repleto de gospel y rock espacial, orquestas y coristas. Este tipo de comentarios lo han acompañado desde la publicación del mítico Ladies and Gentlemen floating in the space. Yo no desmentiré la leyenda ―nunca lo hago―, aunque tampoco puedo confirmarla. Entiendo su fertilidad porque, pese a lo épico de los arreglos, a lo grandioso del sonido ―su música es un ejemplo de verdadero rock religioso―, hay algo en la manera de cantar de Pierce que transmite fragilidad, una persona vulnerable susurrando en una explosión.
Y todo esto viene porque ha vuelto a hacerlo. Spiritualized acaba de publicar un nuevo disco. Se titula …And nothing hurt y es un bella reflexión sobre la redención y la nostalgia. Las palabras susurradas de alguien que ha aceptado el caos. El epitafio de Billy Pilgrim, el protagonista de Matadero 5: Todo fue hermoso y nada dolió.
Como Matadero 5, …And nothing hurt es triste, bello y está lleno de compasión. Es, quizás, su disco más equilibrado. Todo su canon particular ―de Spaceman 3 a los espirituales― condensado en nueve canciones redondas.
Siempre me ha parecido imposible escribir sobre música sin forzar las palabras o parecer un farsante. Las palabras y la música forman lenguajes paralelos que pueden llegar a rozarse, pero nunca a mezclarse del todo. Por eso les ahorraré la descripción de los temas, la genealogía de los arreglos y absurdas interpretaciones sobre las letras.
Solo les pediré que cierren los ojos mientras la alegre melancolía de A perfect miracle se desliza por su habitación. La pureza de la impureza que duele y que sana. Porque a mí ha conseguido emocionarme.